Monday, October 24, 2016

"Tierra Desolada" para el concurso #HistoriasdeMiedo de Zenda Libros



I
            Los primeros rayos de sol se colaban por los ventanales de la habitación. Aquel antiguo gimnasio de colegio con salida a un pequeño patio rectangular, donde pasaban los recreos los alumnos de infantil, les había servido de cobijo durante meses. Amelia levantó con mucho cuidado la capota del capazo para evitar que la claridad de la mañana despertara al pequeño Gus. Giró la cabeza y con un susurro apenas imperceptible -“es la hora”- señaló a su hijo el camino de la puerta. Gus, padre, que hacía ya un par de horas que esperaba este momento, se levantó con sigilo y abandonó la iluminada habitación en dirección a la cocina. Ambos sabían que el llanto de un bebé podía ser un reclamo fatal en la época que les tocaba vivir, así que tenían que adelantarse a cualquier necesidad del pequeño. El bebé empezó a sollozar levemente. Amelia terminó de abrir las puertas que daban al patio y se acercó al capazo, envolvió con un arrullo al bebé y lo acunó suavemente en sus brazos hasta que se calmó. Todas las mañanas era el mismo ritual, todo funcionaba como un reloj. Por eso, Amelia supo enseguida que algo no iba bien cuando escuchó el crujido de ramas secas que provenía del patio. Lentamente se giró y sus ojos encontraron los de otra mujer, ensangrentados, fijos en los suyos. Amelia quedó paralizada por el MIEDO y no pudo hacer más que apretar al pequeño Gus contra su pecho. Mientras Amelia seguía hipnotizada en los ojos y el rostro desfigurado de aquel ser, dos crías de Nueva Era aparecieron tras ella, olfateando, golpeando sus dientes mientras abrían y cerraban su boca y emitiendo ese sonido gutural, desquiciante que tenían por lenguaje.

II
            Gus había habilitado la cocina al fondo de un largo corredor en lo que antaño fuera una sala de reuniones. La oscuridad reinaba en aquel largo pasillo, todas las puertas estaban apuntaladas, lo que permitía tener a baja temperatura la cocina y la despensa, para una mejor conservación de los alimentos. Gus avanzaba con los brazos extendidos, tocando las paredes y los marcos de las puertas para orientarse. Al llegar a la habitación del fondo, retiró un pequeño panel de una de las ventanas y se dirigió hacia la despensa para coger algo de fruta. Desenvainó uno de los cuchillos que llevaba en el cinturón y pese a la poca visibilidad empezó a pelar unas peras con rapidez y precisión. Gus siempre acudía a la cocina bien abrigado por la baja temperatura de esta, pero de repente sintió un escalofrío por la espalda como si la temperatura hubiera bajado de golpe. Giró su cabeza lentamente y a través del hilo de luz distinguió, parado en medio de la habitación, un Nueva Era adulto. No pudo evitar fijarse por un segundo en sus ojos ensangrentados, pero desvió rápidamente la vista, era por todos sabido que tenían un efecto hipnotizador. El Nueva Era tenía los labios destrozados, como un tic nervioso no dejaba de mordérselos de arriba abajo, de izquierda a derecha, dejando regueros finos de sangre que caían de las heridas. Por el largo pasillo avanzaban sonidos guturales provenientes del gimnasio. Gus conocía su forma de rondar, los Nueva Era nunca iban solos, a veces en grupos de adultos, pero casi siempre con crías a las que estaban enseñando a cazar. De un movimiento rápido e imperceptible por la oscuridad, Gus lanzó un certero hachazo que partió el cráneo de aquel ser a la mitad. De dos patadas lo apartó de la puerta y corrió con piernas de plomo a lo largo de aquel pasillo que parecía alargarse por momentos. La luz estaba cada vez más cerca, Gus dirigió la mirada hacia su cinturón en busca de un nuevo cuchillo cuando recibió un gran topetazo en la cabeza que lo empotró contra la pared. Se sintió mareado y apenas veía nada pero notó como otro Nueva Era adulto se abalanzaba sobre él. Como pudo evitó el primer envite, pero al segundo intento notó los afilados dientes de aquel salvaje hundiéndose en los  dedos de su mano izquierda. Con la diestra y mientras la bestia se ensañaba mordiendo, alcanzó uno de sus cuchillos y pudo rebanarle el cuello. Sin apenas pensarlo pero con conciencia de lo que hacía, limpió el cuchillo con la sangre del Nueva Era y de un golpe seco y rápido se amputó los tres dedos que le había mordido. El veneno de ese ser no correría ni un segundo por su sangre pensó. -¡Gus, Gus!- empezó a resonar por el pasillo justo después del alarido por la amputación. -¡Gus, Gus!- repitió con desesperación mientras corría hacia el gimnasio y parecía no avanzar. -¡Gus, Gus!- -¡Gus, capitán!- -¡Gus, capitán!- se oía cada vez más lejano uno y más cercano el otro -¡Gus, capitán!- ¡Capitán! Gritó por última vez el alférez Martínez antes de zarandear al capitán Gus Rodríguez.

III
            - Mi capitán, despierte- dijo un acelerado Martínez.
            Totalmente desorientado y empapado en sudor el capitán general de la resistencia del área beta abrió los ojos y se incorporó sobre sus codos. El oscuro y estrecho corredor había dado paso a un barracón de paredes verdes y lleno de literas metálicas con mantas de ese mismo color.
            - Mi capitán- repitió Martínez con tono más pausado- Gus- se permitió por tantos años de servicio conjunto- ¿Otra vez las pesadillas?
            El capitán se incorporó sentándose en la litera y cogiendo algo de la mesilla.
            - ¿Cuál es la situación? Preguntó sin responder a lo anterior.
            - Parece ser que han descubierto la base señor, hay una avanzada muy numerosa de Nueva Era.
            - ¿Cuántos? Inquirió sin cambiar el semblante.
            - Se estima que unos quinientos mil- apuntó Martínez después de un breve silencio.
            - En seguida voy- dijo Gus sin girarse mientras se ajustaba y miraba fijamente su guante de cuero negro de solo dos dedos y la inscripción A/G en la palma- Pronto estaremos juntos- susurró.

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